Hoy no hacemos mucho, por la mañana nos vamos al Royal Pier, un puerto que sólo es de mercancía, no es turístico, pero es el único que nos puede llevar hasta Koh Sdach. La isla donde vamos a hacer el voluntariado.
Hay poquísima información sobre cómo llegar a allí, y la poca que te dan es bastante confusa, así que escribimos a los dueños del resort y nos explicaron qué hacer.
En el royal Pier nos confirman que sale un barco a Koh Sdach, pero nos indica que hay días en los que sale y días en los que no. Así que mañana iremos un poco a la aventura.
Compramos algo de comer y pasamos el día en la habitación trabajando un poco y descansando.
Recogemos nuestras mochilas, pagamos la habitación y salimos hacia el Royal Pier. No sabemos si tendremos barco o no.
Al llegar nos encontramos con Juan, un español que conocimos a la salida de Dondet y que también se dirigía a Koh Sdach.
Tuvimos suerte, pues nos indican que hoy salía barco a la isla. Pagamos al hombre del barco unos 15 o 20 dólares por cabeza y subimos al barco. No hay más turistas, vamos junto con los trabajadores y toda la mercancía.


Después de unas 4 horas llegamos a Koh Sdach. Está empezando a anochecer, y no sabemos exactamente dónde hay que ir. La gente no habla inglés apenas y no hay ningún tipo de indicación para llegar al resort.
Tres españoles en medio de la nada, de noche y sólo con la luz de un frontal y un móvil. Tardamos varias horas en encontrar el resort, pero al final lo encontramos.
Al llegar, nos encontramos a los dueños y a otras tres parejas que serán voluntarios con nosotros. Una pareja canadiense, otra Belga y otra polaca. Ya han terminado de cenar y por lo que parece no hay luz. Nos dicen que hay un el generador, así que nos dan un par de frontales y nos muestran nuestra habitación.
¡Qué asco de habitación joder!
Está llena de trastos, polvo y suciedad. El colchón, sin sábanas ni nada, llena de agujeros (supongo que de ratas) y sin mosquitera. Además es un colchón pequeño, no para dos. Y sin electricidad no hay ventilador. Os podéis imagina el calor que pasamos. El Baño además, sin agua, pues sin generado tampoco hay agua, el wc medio roto, y todo super sucio también.

A ver si la cosa mejora mañana, porque madre mia.
Y no, no mejoró. Los siguientes 4 días fueron ¡la peor experiencia del viaje!.
Para resumiros un poco, el lugar no estaba abierto al público. Llevaba como un año cerrado, en el cual había estado sin ningún tipo de cuidado.
Nos hacen trabajar 5 horas al día, en trabajos bastante pesados. Nos hacen limpiar la playa y después tapar un agujero enorme que ha hecho el mar, con la arena de la playa, cosa que no es posible, pues no hay arena suficiente. Así que cavamos y cargamos kilos y kilos de arena para nada. Tenemos las manos destrozadas y trabajamos al ritmo de una canción de esclavos que nos inventamos “Moving the hole” para hacerlo más ameno.
En el jardín no es mucho mejor, pues eso parece una selva. Hay que quitar maleza, cortar ramas, raíces, de todo y sin el material adecuado. Nos apareció una serpiente de metro y medio mientras trabajábamos.
También había que encargarse de la piscina, que estaba vacía y llena de moho. Frotar, limpiar y reparar las maderas, sin tener maderas ni clavos nuevos.



La comida. Hay uno que debe encargarse todo el día de hacer el desayuno, comida y cena al resto del grupo en una cocina llena de cucarachas.
Por las noches era peor aún, pues el generador resulta que sólo lo encienden dos o tres horas por la noche, lo suficiente para tener luz en la zona común durante la cena y poder darte una ducha. Pero luego lo apagaban, así que estábamos en las mismas, habitaciones a oscuras, por lo que no podías hacer nada (evidentemente tampoco trabajar, pues no había wifi sin luz), y te morías de calor.
Nosotros tuvimos que optar por juntar dos sofás roñosos que había en la habitación para tener algo más de espacio, pero nos levantábamos llenos de picaduras de chinches. Además de lombrices, mosquitos y bichos varios.




No podíamos entrar en vuestro propio baño porque había una araña o tarántula gigantesca. Jamás había visto una así en persona. Así que no pasábamos para nada. Yo lloré de lo angustiada que estaba, de verdad.


Evidentemente esto no compensaba, ¿5 horas de trabajo y qué recibimos a cambio? Nada. No podemos disfrutar de las instalaciones, no nos dan las cosas básicas, la comida es poca cosa y además nos la tenemos que cocinar… pero aguantamos unos días porque nos habíamos gastado mucho dinero en extender la visa.
Lo único bueno que sacamos fue conocer a la pareja de Canadienses y polacos, con los que nos reíamos un montón, nos íbamos a pasear por el pueblo, a echar fotos para nuestros blogs, y a comer helados de coco por 0,25 céntimos.








La última noche además, nos pasamos horas hablando y riendo.
El último día en Belinda Beach, fuimos a pasear como todas las tarde al pueblo y encontramos un lugar precioso. Era una zona de guesthouse, pero eran preciosas, como pequeñas casetas de madera sobre el mar, una pequeña playa y restaurante.
Lo llevaba un francés que hace años se había casado con una camboyana, y tenían una niña preciosa, Yvone, que le da nombre al lugar.
Estuvimos hablando con él y contándole lo que nos había ocurrido.

Nos dijo que él nunca había tenido voluntarios y que le gustaría probar, asi que le ofrecimos venirnos con él. Ya podemos marcharnos de Belinda Beach.
Pasamos una última horrible noche allí. Estaba deseando que amaneciera.